Ella expreso en su rostro una sorpresa, se dirigió a donde yo me
encontraba y sus ojos me vieron de frente, y cuando nos acercamos ella giro su
cara hacia la dirección contraria, yo podía ver su cuello con su hermoso color
de piel, esa bella cabellera que lleva años atrapándome mientras juega con la brisa
cálida de la tarde y el sol iluminando con una intensidad superior a nuestro
esperado encuentro. Ella era el vivo ejemplo de lo carnal de algunos seres, del
disfrute total al punto de no encontrar normal la vida sin la pachanga, un ángel
negro para muchos y una diosa para otros, una personalidad con un grado de
peligro para algunos, sin embargo existen los que pueden lidiar al punto de
sentirse cómodos y hasta llegar a disfrutar de tal peligrosidad.
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